jueves, 21 de julio de 2011

HISTORIA DE LAS SALINAS DE CABO DE GATA

  

La sal era el oro blanco de los viejos tiempos y épocas. Su explotación, por medio de salinas, era conocida desde tiempos inmemoriales y en su exportación siempre los pequeños buques y veleros tuvieron una importancia vital. En los tiempos a que hace referencia Vida Marítima, los frutos de esta explotación eran recogidos normalmente por la miríada de pequeños motoveleros de navegación costera que desde estas instalaciones la transportaban, normalmente, hasta la industria de Barcelona. En las grandes explotaciones de Torrevieja eran los vapores de todas las banderas los que junto a los pequeños veleros la exportaban a Francia e Inglaterra principalmente.
                      


Las salinas de Cabo de Gata eran de las más notables. No se tiene constancia de la titularidad de las salinas de Cabo de Gata, aunque debieron pertenecer a la corona de Castilla ya antes de la reconquista y de las primeras capitulaciones. El estado las mantendría en forma de monopolio, o bien arrendadas a musulmanes que necesitaban, no obstante, cédulas de guía para la explotación salinera y la consiguiente entrega del 50% de la producción a los Reyes Católicos. De cualquier forma, la mayor producción, distribución y obtención de arbitrios se consigue durante la primera mitad del siglo XIX. De este periodo se conservan numerosos testimonios en el Archivo Municipal de Almería, que nos muestran abundante información referente a la industria salinera almeriense.

Según el informe del Ingeniero de Minas D. Antonio Melían y Castellanos fechado el 15 de abril de 1909 sobre “Salinas de Almería: Historia, estado actual y mejoras de que son susceptibles estas salinas”, las Salinas de Cabo de Gata pasaron en 1872 de la propiedad del Estado a propiedad particular.
En el año 1882, las salinas fueron adquiridas por una sociedad que se constituyó en París bajo la razón social de “Salinas del Cabo Gata”, la cual dió un pequeño impulso a éste negocio ejecutando obras y aportando los elementos más necesarios para asegurar una producción continua de sal y la venta de este producto. Esta Sociedad, no logró explotar ésta salina de la forma más conveniente, resultando en la pérdida de la practicamente la totalidad del capital invertido, que ascendió a un millón de francos.
 

                      

Entre las causas que determinaron éste resultado, realmente desastroso, hay que señalar una de carácter puramente local, que aquella sociedad no tuvo en cuenta y que provocó daños incalculables a la producción de sal. Aunque en el informe que se reseña figura la rambla de Morales, hay que hacer notar que su autor debió referirse a la rambla de la Higuera, con la que se confundió. Dicha rambla desemboca en una zona a la que los habitantes del lugar denominan “Rasa” (zona de inundación de pluviales), anexa a la superficie ocupada por la salina, con la que comparte la misma cota topográfica. Las lluvias torrenciales (quizás debidas al efecto de la gota fría) provocaban la salida de la rambla y la consecuente inundación de Rasa y salinas. La inundación de las salinas ocasionaba la pérdida de la cosecha de sal correspondiente a dos años consecutivos, aquél en el que tuvo entrada el agua turbia, y el siguiente, que se había de emplear en la limpieza de los estanques. El informe indica que ésta fué la principal causa de que la sociedad francesa no pudiera tener en producción constante a las salinas, que aún en los buenos años, producía una pequeña cantidad de sal, comparada con la que se podía obtener aprovechando las condiciones favorables de la zona.
Posteriormente, las salinas fueron vendidas a Dña. Isabel Oliver y Cueto, que tras realizar una inversión de millón y medio de pesetas, aumentó considerablemente la producción de sal, aunque siempre bajo la amenaza de inundaciones.

A la muerte de Dña. Isabel, sus herederos, los Sres. de Acosta, constituyeron la sociedad “Salinas de Almería”, que desde 1904 se constituyó como entidad propietaria de éstas y las cercanas salinas de Cerrillos (Roquetas de Mar). Esta sociedad entendió que las inundaciones provocadas por la rambla de la Higuera debían ser prevenidas, por lo que estudió y puso en obras la construcción del muro de piedra en el extremo noroeste de las salinas, junto a la actual carretera Pujaire- San Miguel del Cabo de Gata, que aislaría las salinas de la Rasa. Simultáneamente a la construcción del muro, cuyas obras terminaron en 1907, se mejoraron algunas dependencias de las salinas, se incorporaron nuevos estanques de concentración y se instalaron vías que permitirían el transporte de la sal desde las balsas de cristalización hasta el embarcadero. Los cristalizadores quedaron aislados del resto de la salina mediante una serie de muros perimetrales. Se construyeron diques y caminos de acceso a las demás dependencias, en los que se plantaron especies de monte bajo para evitar que los vientos pudiesen arrastrar objetos que pudieran ensuciar las aguas. Se construyeron edificios confortables para viviendas y oficinas, y varias manzanas de casas para obreros en buenas condiciones de salubridad, capaces de albergar con comodidad y holgura a las familias de los braceros que pudieran ser necesarios en las épocas de mayor actividad.



Como remate a las obras emprendidas, en 1909, la empresa propietaria comenzó la construcción de un nuevo canal de alimentación, mediante el cual, las aguas entrarían de forma natural, sin gasto económico alguno, aprovechando la subida del nivel de las aguas que ocasionan los frecuentes vientos de poniente. El buen funcionamiento del canal se asegura abriendo su boca de entrada en el acantilado de rocas eruptivas que forman el extremo más saliente del cerro de la Testa. El canal de agua que discurre por las balsas de concentración ya estaba construido, por lo que hubo de realizarse una ampliación de 2268 m., para unirlo con la nueva boca de entrada de agua. Esta obra permitió eliminar la máquina de vapor que introducía el agua por el canal antiguo (cuyas ruinas aún pueden contemplarse), que desembocaba en una zona próxima al núcleo urbano de San Miguel. La producción de las salinas de Cabo de Gata y Cerrillos era, en aquella época de 90.000 Tm. anuales. 

A comienzos del siglo pasado, se producen intentos privados de monopolizar y controlar la producción y comercio de sal. En 1919, la sociedad Salinera Española, propietaria de las salinas de Ibiza y arrendataria de las de Torrevieja, intenta obtener prórroga automática del contrato. En esa época, ésta empresa adquiere las de San Pedro del Pinatar y un número importante de salinas de la Bahía gaditana. Las restantes empresas salineras privadas se unen para defender sus derechos contra ese esfuerzo monopolizador. Las gestiones para la compra de las salinas de Cabo de Gata y Roquetas de Mar se ven frustradas ante la actuación de una sociedad mercantil que las adquiere a un elevado precio, evitando así su incorporación a Salinera Española.

En 1925, las salinas de Cabo de Gata, también llamadas salinas de Acosta, fueron adquiridas por Unión Salinera de España, S.A. (USESA). En la década de los 60 se incorporaron los últimos estanques a la producción, dando origen al actual circuíto del agua. Además de sal común, se han obtenido hasta épocas recientes otro tipo de productos como bromo, bromuro, cloruros y sulfatos de magnesio. La producción de sal se sitúa entorno a las 30.000 Tm. anuales que se exportan en su mayor parte a Islandia, vía marítima, para la conservación del bacalao.

Las Salinas de Cabo de Gata.

Tres son los grupos de salinas que se benefician en la provincia de Almería: el de Cabo de Gata, a Levante de la capital; y dos a poniente, situados el uno en término de Dalias y Roquetas a 19 km., y el otro intermedio, en término de Roquetas, a unos 15 km. de la misma capital.                       
 
El curso que las aguas marinas van siguiendo por las distintas balsas evaporadoras, de saturación y cristalización, se ha descrito ya detenidamente en Ibérica al describir las salinas del Mar Menor y las de la Trinidad, en San Carlos de la Rápita.

En las salinas de Cabo de Gata, las balsas de cristalización están divididas en cuatro grupos de cinco balsas, de 10.000 metros cuadrados de superficie cada una. Separa cada dos grupos un camino de 8 m. de ancho y sobre el cual corre una vía «Decauville» que sirve para el transporte de la sal. Las balsas, tienen una profundidad de 35 cm. y están divididas unas de otras con pared de piedra, y cada grupo rodeado de dos canales, de los cuales uno tiene el piso al mismo nivel de las balsas, y sirve para la alimentación de las mismas, y el otro lo tiene 20 cm. más bajo, a fin de dar salida al agua antes de empezar la recolección de la sal.

Depositada la sal y expulsadas las aguas madres (de las cuales se podrían extraer productos secundarios, que por ahora la Sociedad Salinas de Almería no beneficia) se procede a la recolección y se almacena la sal reunida en grandes montones o garberas, hasta ser trasladada para la exportación a un muelle propiedad de las Salinas, por el que se pueden embarcar de 500 a 600 toneladas diarias: la sal en estas condiciones es la llamada sal blanca gruesa.

Pero estas salinas tienen también una instalación de seis trituradores eléctricos que pueden triturar 300 toneladas diarias (12 horas de trabajo); con lo que se obtiene la sal conocida en el comercio con el nombre de sal triturada.
Según la Memoria del Ingeniero señor Melián la campaña de recolección se verifica en tiempos normales de abril a septiembre, ambos inclusive, aunque puede prolongarse más tiempo en años de sequía.La situación y régimen climatológico de la región son inmejorables para esta labor, según se desprende de los siguientes datos meteorológicos del año 1915: total de lluvia en mm. durante el año, 257'1: evaporación, 3021'2: lo que equivale a una lluvia de 0’704 mm. diarios y una evaporación de 8’277 mm. en el mismo tiempo; es decir, que hay un exceso de agua evaporada diariamente de 7’573 litros por metro cuadrado sobre la procedente de la lluvia. Los vientos reinantes, sobre todo los levantinos, favorecen grandemente la evaporación.
El coste de la extracción de la sal es, según la misma Memoria, de unas dos pesetas por tonelada hasta poner el producto a bordo.

Las salinas de Almería son sin duda de gran porvenir.
Las de Roquetas, que antes citamos, tienen una extensión de playa de 24 km. y podrán dar 200.000 toneladas de sal, el día que se introduzcan las convenientes mejoras. Antes de la guerra una Compañía francesa había tomado en arrendamiento las salinas que se conocen con el nombre de Acosta, propiedad de la Sociedad Salinas de Almería, pero el conflicto europeo obligó al personal técnico a volverse a su país y se determinó la rescisión del contrato.
by Olga.



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